Recién egresados de la universidad, soñábamos con el éxito descomunal con el que sueñan todos los recién egresados, sin tener idea de qué tan largo y accidentado podría ser el camino por recorrer. Sin embargo, dos cosas eran claras: lograríamos la victoria empresarial, sí y solo sí, lo hacíamos a la par de trabajar por la dignificación y engrandecimiento de nuestra gente.

Aunque al inicio nuestras motivaciones fueron escapar de un destino frustrante y fallido en la elección de carrera y el sueño de llegar muy alto en la cumbre empresarial, desde el inicio hubo un ingrediente que marcaría el desarrollo de nuestra historia en todos los aspectos: habíamos tenido la oportunidad de sensibilizarnos con gran empatía con el sentir de las personas empleadas en las organizaciones. Al haber comprendido que la vida de cualquier ser humano es tan importante y profunda como las nuestras, nos comprometimos con nosotros mismos a no dejarnos llevar por la ambición y a que el desarrollo que lograríamos sería equilibrado.

Muy emocionados, llenos de incertidumbre y algo de miedo, migramos desde Torreón Coahuila a la ciudad de Guadalajara. Teníamos unas cuantas recetas, un cocinero maestro y la total ignorancia sobre cómo montar un restaurante.

Conseguimos que nos dieran la oportunidad en un gran centro comercial que recién empezaba, pero que reunía todas las características que buscábamos. Iniciamos sin misión ni visión, no lo consideramos necesario, nuestro enfoque siempre fue hazlo lo mejor que puedas… cocina lo mejor, fríe como el mejor, atiende como el mejor, sé el mejor jefe, el mejor compañero, etc.

Aún bajo ese lema, no podíamos evitar compararnos con nuestros vecinos de la plaza Galerías, siempre observando quién vendía y quién no, tratando de aprender de las buenas prácticas de los demás, hasta caer en la cuenta de que, si vas a aprender de alguien, debes aprender del mejor.

Fue así como decidimos, después de dos años y de haber tropezado con una sucursal que fracasó en avenida Guadalupe, con un panorama un tanto oscuro de nuestra única sucursal viva, que viajaríamos a Estados Unidos para trabajar en una reconocida cadena internacional de Restaurantes de comida rápida oriental y aprender sobre el negocio original del que surgió nuestro concepto. Al final, no logramos entrar ahí, pero sí obtuvimos una nueva perspectiva para decidir hacia dónde dirigirnos. La gran diferencia fue que esta vez estuvimos concentrados en nosotros mismos, sin voltear a ver a los demás, totalmente enfocados en cómo mejorar cada detalle de nuestro propio proyecto y así, casi como por arte de magia, inició nuestro ascenso en ventas y el número de nuestros clientes.

Es cierto que habernos ido de mojados, a los dos años de tener un negocio establecido y con un par de títulos universitarios, fue una idea loca y radical, pero a veces son esas las decisiones que nos dan el impulso y la diferenciación sobre nuestros competidores. Ser disruptivos nos ha marcado positivamente en el avance que hemos conseguido y sostenido a lo largo de los años.

Aún así, el crecimiento económico no se dio al ritmo que esperábamos. Llegamos a pensar, incluso, que quienes lograban el éxito monumental lo hacían gracias a colaboraciones ilícitas y no al trabajo real y, aunque estuvimos tentados a intentarlo, el ángel que siempre nos ha acompañado a lo largo de la historia de Qin, nos mantuvo en el camino hasta que la situación empezó a cambiar.

Logramos generar ganancias lo suficientemente buenas para pensar en una verdadera segunda sucursal… y después en la tercera y en la cuarta. Nunca quisimos involucrarnos en sociedades de inversión, ni tampoco vender franquicias, pues creemos que esto es para quienes solo desean hacer dinero. Poder tomar decisiones autónomas y trabajar sin la presión de un crédito bancario, fueron las líneas sobre las que decidimos caminar. Además, hacer crecer una empresa de forma orgánica ha sido el camino que nos ha servido para germinar y hacer florecer nuestra cultura, que es algo que dota de gran sentido nuestra existencia.

A quince años de haber comenzado, contando con ocho sucursales, hemos logrado crear los departamentos que nos permitirán seguir creciendo, y nuestro equipo de trabajo está compuesto por más de 400 colaboradores, en los que tenemos la esperanza de que se esté logrando la misión social de Qin.

Desde nuestra perspectiva, el éxito de esta historia, es sostenido por cuatro elementos, cada uno de naturaleza muy distinta. Primero está la relación de amistad que tenemos los fundadores y que, lejos de perseguir la ambición, hemos sabido mantenernos unidos por la fraternidad, el cariño y el respeto que nos profesamos. Aceptar nuestras diferencias y valernos de nuestras fortalezas nos ha permitido seguir juntos en el arduo camino empresarial.

El segundo elemento, que para nosotros ha sido fundamental, es la práctica de la generosidad como causa de la abundancia, que hemos aprendido gracias a nuestra aproximación al budismo como sistema de desarrollo espiritual. En tercer lugar está la enorme suerte que tenemos y que humildemente reconocemos y valoramos, y que, dicho sea de paso, sabemos que es el fruto de lo construido desde encarnaciones anteriores. Y, por último, aunque no menos importante, está el trabajo.

El enorme esfuerzo y empeño que siempre hemos puesto en todo lo que hacemos. Nos gusta ser los mejores y estar orgullosos de lo que logramos en cada paso del camino, con gran enfoque en el presente que nos toca vivir, estando abiertos a escuchar y siendo fieles a nuestra propia visión y creencias.

Es precisamente a esta parte del camino a la que queremos invitarte, a que descubras lo mejor en ti, a que te sorprendas con todo lo que eres capaz de lograr cuando te enfocas en lo que quieres y te retas a ser tu mejor versión, sin importar cuántas veces te tropieces o la vida se ponga difícil.

Bienvenida, bienvenido, a Qin Oriental Food, la empresa cuya misión es dar felicidad a nuestros clientes, con los platillos más deliciosos y exquisitos, preparados por gente que se siente orgullosa de su propio desarrollo personal.